jueves, 19 de noviembre de 2020

LA NIÑA SIN NOMBRE


Esta semana concretamente mañana se celebra el Día Internacional de los Derechos y Deberes de los Niños y las Niñas.
Desde el área de valores estas dos semanas nos hemos centrado en un derecho fundamental que tenemos todos del el momento en que hacemos, el derecho a tener un nombre y una nacionalidad.

En los derechos de los niños, elaborados por la ONU, se expone lo siguiente: Desde su nacimiento, el niño tiene derecho a tener un nombre y un apellido. El derecho de los niños a tener nombre y nacionalidad comprende que todo niño debe ser registrado inmediatamente después de su nacimiento, ya que los padres tienen la obligación de informar el nombre, el apellido y la fecha de nacimiento del recién nacido.

Nosotros hemos hablado de para qué es importante tener un nombre nosotros por ejemplo en clase:
-pasar lista y saber quién faltó en clase.
-tener un sitio en clase tanto en las mesas como en el corcho donde damos por ejemplo inglés.
-reconocer de quien es una mascarilla que se cayó al suelo.
-diferenciar nuestra botella de agua si se cae al suelo.
-para saber quien se va a casa primero cuando la seño nos llama a las 2.


Hemos podido ver primero un vídeo donde se explicaba a través de un cuento para que servía tener un nombre

A continuación vimos un cuento muy sencillo "LA NIÑA SIN NOMBRE"

Había una vez una niña muy pequeña que viajaba por el mar en un témpano de hielo muy grande. La niña estaba sola. Se había perdido. Después de algunos días en el témpano de hielo era ya más pequeño: se estaba fundiendo. La niña tenía hambre, tenía frío y estaba muy cansada.

Cuando el témpano de hielo se había deshecho casi del todo, unos pescadores recogieron a la niña en sus redes. El capitán del barco le preguntó que cómo se llamaba. Pero la niña no entendía el idioma del capitán. Por eso la llevaron al jefe de policía. Nadie fue capaz de averiguar de qué país era la niña; no entendía nada y, además, no tenía pasaporte. El jefe de policía llevó a la niña ante el rey de aquel país y le explicó que no sabían de donde era ni cómo se llamaba.

El rey estuvo pensando un rato y luego dijo: "Puesto que es una niña, que la traten como a todas las niñas..." Pero era difícil tratarla como a todas las niñas, porque en aquel país todos los niños tenían nombre menos ella... y todos sabían cuál era su nacionalidad menos ella. Era distinta de los otros niños y no le gustaban las mismas cosas que a ellos. Y, aunque todos la querían mucho y eran muy buenos con ella, nadie consiguió que la niña dejara de ser distinta de los otros niños...

A los pocos días, el hijo del rey se puso muy enfermo. Los médicos dijeron que había que encontrar a alguien que tuviera una clase de sangre igual a la suya y hacerle una transfusión. Analizaron la sangre de toda la gente del país... pero ninguna era igual que la del príncipe Luis Alberto. Y el rey estaba tristísimo porque su hijo se ponía cada vez peor.

A la niña sin nombre nadie la llamó, pero, como era muy lista, comprendió en seguida lo que pasaba. Estaba agradecida por lo bien que la habían tratado en aquel país, así es que ella misma se presentó para ofrecer su sangre por si servía... Y resultó que la sangre de la niña sin nombre era la única que servía para curar al príncipe. El rey se puso tan contento que le dijo a la niña: " Te daremos un pasaporte de este país, te casarás con mi hijo y desde ahora ya tendrás nombre: te llamarás Luisa Alberta..."

Pero la niña no entendía lo que decía el rey. Y el rey, de pronto, cayó en la cuenta de que ella no necesitaba ser de aquel país ni llamarse Luisa Alberta... Lo que necesitaba era volver a su propio país, ser llamada por su propio nombre, hablar su propio lenguaje y, sobre todo, vivir entre su propia gente. Había que intentar ayudarla, si era posible.

Así es que el rey envió mensajeros para que buscasen por todo el mundo... y no parasen hasta encontrar el país y la gente de la niña sin nombre.

Al cabo de bastante tiempo, el mensajero que había ido al Polo volvió con la familia de la niña sin nombre. Y por fin, la niña pudo reunirse con sus padres y sus hermanos, que estaban muy tristes desde que ella se había perdido.

Todos supieron entonces que se llamaba Monoukaki y que era una princesa polar. Lo que todavía no podía saberse es si se casaría o no con el príncipe Luis Alberto porque, al fin y al cabo, los dos eran demasiado jóvenes para casarse...   

                                                   

Cada uno tiene una niña sin nombre, sin rostro, sin ropa....
Lo primero que hicieron fue dibujarle el rostro, ojos para ver, nariz para oler, boca para hablar y orejas entre otras cosas para agarrarse la mascarilla, hace un año esta respuesta no la hubiéramos dado ni siquiera los adultos.



Dieron color al vestido de la niña para luego picarlo y pegarlo para vestir a la niña.








Y por último pegaron lana para el pelo de la niña. 












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