Llevaba el pescador varios días sin probar bocado, y a pesar de la tempestad, decidió salir al mar con su vieja red para probar suerte. Permaneció muchas horas bajo la lluvia y el viento, y cuando fue a subir la red, notó que pesaba mucho. ¡Qué contento se pudo al pensar que al fin su red estaría repleta de peces y que esa noche su familia podría cenar! Pero al mirar en la red, para sorpresa suya, solo vio un pequeño pez, gordito pero muy pequeño, con escamas de oro y plata.
– ¿Cómo puedes pesar tanto?-dijo el pescador.
Y el pez, con una dulce vocecita imploró:
– Por favor, devuélveme al agua.
– ¿Al agua? ¿Con lo que me ha costado sacarte de ahí y el hambre que tienen mis hijos? No puedo hacer eso.
– Pues no me devuelvas al agua, pero no me comas…
– Llevamos días sin comer. Aunque eres pequeño, eres todo lo que tenemos.
– Lo entiendo… Está bien, al menos prométeme que cuando me comáis, enterrarás mis espinas en la entrada de tu casa.
– Sí, eso sí puedo hacerlo. Cuenta con ello- respondió el pescador.
Tras leer esta historia y sacarle el máximo de juego cada uno dibujó la parte de la historia que más le había gustado.
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